No es un escenario nuevo, pero no por eso deja de ser llamativo. Arranca un Gran hermano, pasa un tiempo hasta que los personajes más picantes, polémicos o sencillamente televisivos se dejan ver, sus escenas -peleas, gracia, estrategias, histrionismo, carácter- se meten en boca de medio mundo (del mundo de los seguidores del programa y de algún otro ajeno también), eso coquetea con el rating, van a placa y la gente los deja adentro. Pero se acerca el final y los va sacando de a uno.
Como si los hiciera sentir los mejores invitados a una cena, con todos los agasajos posibles, pero luego los dejara sin postre. Llevando esa figura hacia el programa, muchos televidentes también nos quedaríamos sin postre en ese caso.
Pero, ¿es castigo o premio? No es la intención de esta columna cuestionar el voto de nadie, sino tratar de entender por qué si durante seis meses -tomando como ejemplo esta temporada, pero se podría tomar cualquiera- los jugadores que generan más contenido (gusten o no, polémicos o no, divertidos o no) superan las placas de nominación y siguen en carrera por decisión de la gente, en el umbral de la final se da un volantazo y se arma una podio con personajes que seguramente no figuraban en el prode de nadie.
Es esta edición que termina el próximo domingo (7 de julio), recién trascurrido el primer mes se perfilaron claramente los que asomaban -o parecían asomar- con chance de gloria: El Chino (Martín Ku), Furia (Julia Scaglione), Lisandro y hasta había muchos que ponían sus porotos en Manzana, el cantante de RKT que fue el primero en traspasar el umbral ese lejano 11 de diciembre del 2023.
Alfa y Furia: él entró de invitado este año. Cumbre de personajes.
Si no, los devoran los de afuera
Sus compañeros los nominaban, ellos resistían. O, mejor dicho, la gente (con su voto pago) los dejaba en cancha. Qué mejor que ver un programa en el que pasan cosas. En este punto más de uno diría pero «Furia gritaba mucho», «El Chino quería ganar hasta en la bolita» y «Manzana no se mueve». Las tres cosas son ciertas. Pero no hay que olvidar que Gran hermano es un formato que apunta a mostrar las reacciones, el juego, la resistencia, la tolerancia y la paciencia de los que pasan unos meses encerrados. Entonces, ¿qué mejor que ver su acción más que su inacción?
De hecho, esta temporada pintaba casi opuesta a la del año pasado, en la que la mayoría eran «hermanitos» de perfil bajo, echados en los sillones, callados, tibios. Salvo Alfa, Romina o La Tora, el resto era gente de vacaciones en un spa. Y ninguno de los tres llegó a la final.
El Chino y Manzana, dos que sonaban como fuertes candidatos. Pero quedaron en el camino.Es más, Romina y Alfa se batieron en un duelo que Del Moro calificó como una final anticipada. Esa noche se fue él. Este año se dio algo similar con el mano a mano en el que El Chino le ganó a Furia (a la semana siguiente se fue él).
El asunto es que mientras los fuertes se van eliminando entre ellos, los otros -no necesariamente débiles- van avanzando como quien silba bajito. Las polémicas y los enfrentamientos durante la semana -por la comida, por los puchos o por con la convivencia en sí- llevan a polarizar la placa entre dos protagonistas, mientras que los que la ven de afuera pasan de ronda porque no están en la mira del voto negativo (quién querés que se vaya). Y así llegan lejos.
Pero no debe ser casual que en la mayoría de los Gran hermano que se realizaron en la Argentina -el primero fue en 2001-, los «mejores» en términos de generación de contenido se queden en el camino antes de la final. Eso pasó con personajes como Nadia Epstein (considerada la «villana» de la cuarta edición, en 2007, cuando ganó Marianela Mirra), como Alfa y como Furia, por citar algunos.
Nadia Epstein jugaba a la villana dentro de la casa, en la cuarta edición. Ahora analiza el juego desde las butacas de los ex.Gastón Trezeguet, el mejor, lejos, de la primera temporada, salió tercero: esos primeros laureles fueron para Marcelo Corazza, que había estado la mitad de tiempo que el resto.
Tal vez haya una necesidad de entretenerse con contenido picante, pero a la hora de premiar quizás no quede bien, pensarán, poner un dinero en nombre de los políticamente incorrectos o los estridentes. Una lástima si fuera así, porque Gran hermano no es un torneo de buenas personas, de buenos alumnos, de «plantas» o de «caracoles», como califican adentro de la casa a los que no generan algo.
No está en duda que Bautista, Nicolás o Emmanuel hayan llegado al podio en buena ley: el público es quien decide. Sólo llama la atención que ese mismo público -nombre más, nombre menos- le suelte la mano al programa, como está sucediendo ahora porque los que quedaron adentro no accionan (salvo un poco Emma, pero sin Furia no es el Emma de antes). Así, de 20 puntos el reality bajó a los 11. Es como si a una ficción le sacaran a los protagonistas.