En el lenguaje, escribió Ricardo Piglia alguna vez, no existe la propiedad privada. En ese uso, tan personal como colectivo, y en la oralidad en tanto que fuente primigenia de la narración, la escritora María Teresa Andruetto (Córdoba, 1954) rastrea la raíz que perfila su amorosa concepción literaria. Luego de Como si fueran fábulas, los amenos relatos que recuperaban a mujeres y hombres, lenguas y pueblos, que la historia oficial tiende a borrar, El arte de narrar propone un pantallazo de los intereses de una autora que, a más de cuarenta años de la muerte de Sartre, sabe cómo vérselas con el desprestigiado concepto de compromiso.
Libro de ensayos, conferencias y entrevistas El arte de narrar se estructura en función de asuntos recurrentes en el devenir de Andruetto como escritora puesto que los temas que le interesan, para decirlo mal y pronto, son aquellos que verdaderamente le preocupan. Porque entiende que a pesar de todo –del cinismo, de los relativismos vacíos, de los fascismos de moda, de los vínculos hipertecnologizados– la literatura tiene aún no solo algo para decir, sino un lugar que ocupar en nuestra sociedad. “Los relatos” –afirma– “son modos de procesar de mil maneras los dolores de los pueblos, a veces mudando ese dolor y ese horror en leyendas, a veces recogiendo el piolín desde esas fabulaciones milenarias hacia la herida social que les dio origen”.
Como autora de literatura “para niños” entiende que esas categorías –la infantil, la juvenil– responden antes que a especificidades literarias, a necesidades de mercado. Atenta a un peligro que sobrevuela a esa clase de textos, Andruetto apunta contra los lugares comunes, las cristalizaciones con los que pueden tropezar ficciones que, en ese sentido, son lo contrario de la literatura: espacios cerrados que no interpelan al lector, que no lo desacomodan ni le hablan de la posibilidad de mundos y otras perspectivas.
Desde Enheduanna y Homero, pasando por leyendas medievales, hasta Benjamin, Pavese, Sara Gallardo, Abelardo Castillo y Circe Maia (por mencionar unos pocos nombres que circulan en El arte de narrar) Andruetto reflexiona sobre el cuerpo, las mujeres y la escritura, sobre las formas y las razones por las que se narra, sobre la literatura en la escuela y, claro, sobre la lengua. “En la lengua –afirma la escritora en el último texto– se libran batallas, se disputan sentidos, se consolida lo ganado, y los nuevos modos de nombrar (…) vuelven visibles los patrones de comportamiento social”. ¿Qué y cómo nombra una lengua? ¿A quién jerarquiza, a quién borra de un plumazo? Si poco –o nada– persiste más allá de la lengua, los usos que cada comunidad y cada individuo hagan de ella son sagrados. El resto, así las cosas, es palabrería.
El arte de narrar
Por María Teresa Andruetto
FCE
256 páginas, $ 21.000