InicioPolíticaCarlos Fara: Las sociedades se polarizan cuando no les queda otra opción

Carlos Fara: Las sociedades se polarizan cuando no les queda otra opción

-¿Cuáles son las claves que definen el actual proceso electoral, en estos comicios legislativos de mitad de mandato presidencial?

-Hay un aspecto que tiene que ver con objetivos concretos que la opinión pública está valorando: la baja de la inflación y un clima de cierta estabilidad que, por supuesto, produce más tranquilidad en cuanto a la planificación familiar y personal. También se evalúa positivamente el coraje, en tanto atributo de la persona que decidió hacer un cambio fuerte cumpliendo con lo que dijo durante la campaña, independientemente de los detalles. Me parece que, en este año y medio, el Gobierno hizo un aprendizaje pragmático muy fuerte. Por eso logró responder correctamente dos de las grandes preguntas que se planteaban: qué iba a pasar con la gobernabilidad en la Argentina – teniendo en cuenta la debilidad de origen – y la otra cuestión era el control de la calle. En las dos cosas fue exitoso, frente a un sistema político que llegó al 10 de diciembre de 2023 shockeado por la novedad.

-¿Y cuáles serían los aspectos que considera más vulnerables o deficitarios de la actual gestión?

-Me parece que el estímulo confrontativo y agresivo le empieza a generar problemas al Gobierno. Lo que en su momento parecía una característica un poco pintoresca pasó a ser una saturación en la opinión pública. Creo que, por momentos, le falta timing frente a temas que son de sensibilidad popular: el tema universitario, las jubilaciones, la discapacidad o el Hospital Garrahan. Cosas que son patrimonio cultural de la Argentina histórica. Por otra parte, empiezan a verse algunos límites en cuanto a la recuperación económica de los sectores populares y medios. Eso hace ruido. Ahí se abre un gran interrogante porque, en los últimos 42 años, todos los procesos de desinflación exitosos estuvieron acompañados de una primera etapa de expansión del consumo masivo, permitiendo acompañar costos sociales naturales en tales circunstancias. El Plan Austral, la convertibilidad y la recuperación económica en tiempos de Roberto Lavagna fueron políticamente virtuosos: bajaron la inflación, hicieron el ajuste y hubo consumo. Más allá de cuánto vaya a crecer el PBI este año, está claro que ese “boom de consumo”, por ahora, no está existiendo.

-Más allá de las bancas parlamentarias, ¿qué está en juego en estas elecciones legislativas?

-El Gobierno enfrenta un desafío importante: ganarle al kirchnerismo para que no haya dudas sobre la gobernabilidad en la segunda parte del mandato. Particularmente, si el kirchnerismo llegara a ganar en la provincia de Buenos Aires los mercados harían un poco de ruido. De igual manera, un acompañamiento de la opinión pública al oficialismo va a dejar tranquilos a los mercados respecto de que el gobierno puede seguir haciendo reformas que considera necesarias. También permitirá ver hasta qué punto la sociedad tolera el tamaño del ajuste y el cambio de sistema económico que está proponiendo el Presidente.

-¿Cómo se compatibiliza el pragmatismo al que hace referencia con el componente fuertemente ideológico del discurso libertario?

-Esa cuestión muestra los matices y la flexibilidad que tiene el Gobierno, que comenzó muy ambicioso con la “Ley ómnibus” y tuvo que ir negociando y reduciendo en su tamaño, expectativas y alcances para llegar a la aprobación de la “Ley Bases”. En definitiva, la realpolitik ha impuesto que sea menos ideológico de lo que quizá aspiraba al principio.

-¿Tienen que ver con esto las disputas internas del mileísmo por la conformación de las listas de candidatos, entre Karina Milei y Santiago Caputo?

-Como ocurre siempre en estos casos, hay una disputa de poder sobre quién tiene la llave para la fórmula mágica, o quién es el genio detrás del éxito. Dicho esto, no veo una diferencia ideológica sino de concepción de poder. Karina y los Menem creen que necesitan tener un partido que sea un instrumento electoral con capilaridad territorial, es decir, intendentes, concejales, legisladores provinciales, etc. Caso contrario, es muy difícil generar un colchón de trabajo que esté más allá de las redes sociales, que fueron muy importantes en 2023 pero eso no significa que vayan a serlo todo el tiempo. En este marco está la cuestión de las “minorías nítidas”, donde no es necesario contar con grandes masas de votantes, sino que, en un contexto de fragmentación, lo importante es lograr que se imponga la minoría más grande. Aparte, está la discusión sobre si el oficialismo debía presentar candidatos en las provincias en las que se adelantaron las elecciones. Santiago Caputo decía que no, porque eso implica malquistarse con los gobernadores, cuyo apoyo el Gobierno va a seguir necesitando después de diciembre. Mientras tanto, desde la realpolitik, la base pide competir para existir. A quienes tienen aspiraciones de ser intendente, concejal o gobernador no se le puede decir “No te presentes”. En este sentido, el Gobierno tiene que administrar su propia base de apoyo.

-¿Avizora una reconfiguración del sistema político?¿En qué dirección sería?

-Este es un tema que se viene preanunciando hace tiempo. Por ejemplo, si miramos la elección presidencial de 2015, Sergio Massa encabezó la tercera fuerza más votada en la historia argentina. Y en 2023, ese record lo alcanzó Patricia Bullrich. Quiero decir, el sistema político está más fragmentado que nunca y siempre busca alternativas por fuera de las dos principales coaliciones, sean cuales sean las mismas. Estamos en un barajar y dar de nuevo: mucho de lo que se vea en octubre tiene que ver con la foto de una sociedad que está predispuesta a realinearse en función de coyunturas cambiantes y coaliciones nuevas que se van produciendo.

-Suele pensarse que las elecciones legislativas permiten escapar de la polarización. No parece que eso vaya a ocurrir…

-Polarización va a haber. La pregunta es a qué nivel se polariza el electorado. Pongo dos datos sobre la mesa: en la Ciudad de Buenos Aires la elección no se polarizó. Si se suman los votos del kirchnerismo y La Libertad Avanza da 57%. El 43% restante fue a otras fuerzas. Además, sacando lo ocurrido en Formosa y Salta, en las otras cinco provincias donde se adelantaron las elecciones la sumatoria entre la primera y la segunda fuerza, en promedio, fue de 63%.

-¿Hay una crisis de representación que se expresa, entre otras cosas, en la baja participación electoral de los ciudadanos? ¿Cómo observar este fenómeno?

– Eso, sin duda es así. Creo que hay grados de deterioro de la representación. Concurre menos gente a votar que habitualmente. Hay un fenómeno de fatiga cívica que se puede ver en varias partes del mundo. Ahora bien, en 2001 hubo una crisis de representación que tuvo una alta capacidad de respuesta cívica por parte de la población. En aquel momento el voto en blanco fue muy alto. En cambio, cuando la gente se queda en la casa y no va a votar hay un grado de deterioro mayor de la representatividad. Hay que preguntarse, entonces, si el sistema político es importante en la vida de personas que sienten que tienen que “arreglárselas por cuenta propia” porque no reciben respuestas desde la política.

-¿A esto que plantea se le puede sumar la reacción social frente a las candidaturas testimoniales?

-Sí, sin dudas. En el mundo, los ciudadanos están más encapsulados por efecto de las redes sociales. En consecuencia, la política también está más encapsulada. Por lo cual, lo que se ve es mucho espectáculo, dimes y diretes que tienen que ver con los códigos de la política pero no tienen nada que ver con los intereses de la sociedad.

-¿Qué rasgos de la política argentina quedan reflejados en la oferta electoral?

-En línea con un fenómeno global, estamos en una sociedad más fragmentada, con menos denominadores comunes que nunca en la historia. Por eso hay mayor fragmentación electoral y se dificultan los consensos. A la vez, hay mucha limitación respecto de cuánto de esa oferta traduce realmente los matices de la sociedad. Hay una tendencia, para mi gusto errónea, de pensar que la gente vota lo que los políticos hacen o dicen. En realidad, los votantes optan en función de lo que les parece menos malo.

-En un artículo reciente sostuvo que la sociedad actual tiene “conductas compulsivas”, ¿a qué se refiere concretamente?

-Me refiero a sociedades que actúan mucho más por impulso, en función de los estímulos que reciben, muy coyunturales y cortoplacistas. Desde este punto de vista, y contrariamente a lo que muchos piensan o les gustaría pensar, Milei se nos parece más a lo que somos como sociedad, es consecuencia de la sociedad, no una causa de ella. El liderazgo político que triunfa es el que más se parece a la sociedad en términos simbólicos y afectivos. Representa lo que, profundamente, es la sociedad en términos psicológicos. Cada liderazgo llegó para ser bastante representativo de una determinada coyuntura.

-Y en este cuadro ¿cuáles son los principales desafíos de la oposición?

-La oposición no perdió las elecciones con una alternativa política del status quo. Lo hizo con un offsider.. Por eso resulta lógico que la crisis se exprese en todos los espacios políticos. Por otra parte, a la oposición le está costando no tanto entender el fenómeno Milei, sino qué hacer con el mismo. Estuvimos 20 años acostumbrados a comentar, criticar o apoyar el relato del kirchnerismo. Ahora llegó Milei con un nuevo relato. En este marco, teniendo en cuenta que Juntos por el Cambio, el PRO, el radicalismo y hasta el propio peronismo ya no serán lo que fueron, construir una opción alternativa requiere que surja un nuevo liderazgo, un relato alternativo y no simplemente una fuerza de negación o crítica. Hasta que ello aparezca, teniendo en cuenta los escombros que quedaron del status quo previo, va a llevar mucho tiempo.

-¿Qué ocurre con la moderación política?; ¿la sociedad no la reclama o los dirigentes no saben cómo interpelar a la sociedad desde esa posición?

-Ese es un buen punto. Primero, hay que considerar los miedos. Si la mayoría del país teme que el kirchnerismo vuelva al poder, la tendencia a la polarización es mayor. En segundo lugar, creo que las sociedades se polarizan no porque quieren sino porque, muchas veces, no le queda otra opción. Eso ocurre cuando no encuentran algo atractivo en el medio. Pero además, hoy, cualquier espacio político que no sea el de los polos empieza cometiendo un error: usar la palabra moderación. Es una idea que no tiene buena prensa. Ahí está el problema de la construcción de un relato alternativo que no caiga en la lógica de decir que no es parte de los extremos. Creo que se puede construir pasando por encima de esa división. Por lo demás, no tiene mucho sentido utilizar conceptos que no son llamadores potentes para electorados muy convulsivos, atraídos por impactos de imagen y estímulos comunicacionales coyunturales en el mundo de las redes sociales. Veremos qué dice la sociedad en las elecciones de octubre.

Entre asesores políticos, ‘spin doctors’ e “ingenieros del caos»

Carlos Fara, politólogo, lleva cuatro décadas como consultor en opinión pública, campañas electorales y comunicación gubernamental. Participó en más de 200 campañas electorales en Argentina y Latinoamérica y es autor de varios libros académicos sobre el tema, además de un entusiasta y avezado seguidor de series, novedades literarias y tendencias en redes sociales.

-Pensando en dos libros muy comentados de Giuliano da Empoli, el escenario político parece ir al ritmo que imponen “Los ingenieros del caos” y “El mago del Kremlin”. ¿Cómo ve el rol de los asesores políticos en la actualidad?

-“Los ingenieros del caos” es un excelente libro, pero no refleja todo lo que pasa en la política. Hay que empezar a graduar la incidencia real de estos especialistas, porque no hay ni tanto profesionalismo ni tantos recursos técnicos y monetarios para desarrollar campañas con tanta ‘microcirugía’. Sí creo que existen fenómenos que se dan frecuentemente a niveles nacionales. Por otra parte, existe una tendencia cultural a valorizar a los asesores como los poseedores de fórmulas mágicas. Pasa también en el mundo empresarial, en el espectáculo. Pero esa nueva fórmula no significa que la misma sea un nuevo parámetro.

-¿En qué momentos funciona esa fórmula?

-A “Juntos por el Cambio” le funcionó muy bien el uso de Big Data, la Inteligencia Artificial y la microsegmentación.. Luego, cuando se produjo la crisis económica de 2018, nada de eso sirvió. Al mismo tiempo, creo que en los últimos 30 años la mayor personalización en la política fue de la mano del estrellato de algunos consultores, Los “spin doctors” como los llama el español Toni Aira en su libro. Allí habla de varios consultores que, en distintas partes del mundo, tuvieron mucho poder y se convirtieron en estrategas políticos y exegetas de los gobiernos en los cuales estaban participando. Esa concentración de poder lleva a buscar enemigos en todas partes. Y eso siempre termina mal.

-¿En Argentina hay consultores, exegetas o personas que concentran poder?

-Creo que hay que tener en cuenta algunas diferencias. Un profesional muy valioso como Jaime Durán Barba, que tuvo mucha incidencia sobre lo estratégico y comunicacional de un gobierno, no fue un acumulador de poder. Diferente es el caso de Santiago Caputo: no solamente es un gran estratega, sino que, al mismo tiempo, está muy comprometido públicamente con el proyecto gobernante, y además acumula poder. En nuestro país no estamos acostumbrados a esto, porque en la Argentina, acostumbrada a los partidos políticos, es la política la que termina definiendo. Pero hay algo más: cuando se producen éxitos inéditos, hay una tendencia del mercado y de los medios por tratar de ver quién fue el genio que logró algo que parecía impensable.

-¿Hubo un genio en el caso argentino?

-Cuando se gana una elección es porque alguien vio cosas que otros no vieron. En este caso, fue una apuesta temeraria, osada y el resultado se dio. El punto central es cuánto un consultor piensa que su genialidad es eterna. Un acierto estratégico es fruto de una genialidad, sin duda. Después, los errores de los adversarios ayudan. El problema es pensar que se tiene una fórmula que se puede repetir al infinito porque se entra en una “nueva normalidad”. Pero cada dos años los escenarios cambian, y pueden cambiar mucho, entonces la fórmula genial de aquel momento quizá ya no sirve. Por eso, los procesos políticos hay que analizarlos en el mediano y largo plazo.

Itinerario

Carlos Fara es consultor político, presidente de Fara Veggetti desde 1991. Lleva 39 años dedicados a la consultoría política. Especialista en Opinión Pública, Campañas Electorales y Comunicación de Gobierno, ha recibido varios premios. Fue presidente de la Asociación Latinoamericana de Consultores Políticos (ALaCoP), y de la Asociación Argentina de Consultores Políticos (AsACoP) y es el actual presidente de la International Association of Political Consultants (IAPC). Autor del primer libro en español dedicado a la profesión, “Cómo ser un consultor político?”(2018).

Al toque

Un proyecto: terminar mi novela sobre un consultor político.

Un desafío: ayudar a crear nuevos liderazgos para el siglo XXI.

Un sueño: que mi novela se convierta en una película o serie que dirija Tarantino.

Un líder: Konrad Adenauer.

Un prócer: Manuel Belgrano.

Un recuerdo: La primera vez que tuve a mi hija en brazos.

Un placer: el cine.

Una comida: asado con amigos

Una bebida: vinos tintos y champagne

Una película: El Ciudadano.

Una serie: Borgen.

Un libro: Anatomía de un instante, de Javier Cercas.

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