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Cómo fue el reencuentro de Megadeth con el público argentino: una noche de rock pesado y lealtad eufórica

El “romance de metal” entre Megadeth y su público argentino cuenta con una larga data. Y cada vez que regresa David Mustaine, líder y frontman de la banda, siempre se da lo mismo: ardor, clamor, sonido extremo y elogios mutuos.

Lo acontecido en la noche del sábado en el Movistar Arena de Ciudad de Buenos Aires volvió a ser una fiesta del heavy metal, con 14 mil personas vestidas de riguroso negro y hasta con un momento de gloria dentro del concierto: sucedió cuando el “Colorado” cantante apareció, casi hacia el final de su corto set de quince canciones, con una guitarra Cola de Tiburón con la bandera de Argentina impregnada en su madera.

Sin duda alguna, ese tramo del recital fue el corolario más preciso del afecto que tiene el músico estadounidense por su público local.

Pero, ¿cuál es la razón de que esta banda sea tan amada por el público metalero aquí, en el sur del planeta?

Hay varios factores: además de ser popes del trash metal y de contar con “himnos” indiscutibles, la historia de Dave, su mentor, no pasa inadvertida en los suyos. Primeramente, fue guitarrista de Metallica. Y antes de que grabaran su primer álbum, lo expulsaron por alcohólico y drogadicto.

Sin embargo, el músico utilizó su enojo con sus ex compañeros para, de inmediato, hacer borrón y cuenta nueva.

A tal punto que, durante el mismo viaje de regreso a su casa, tras haber sido echado del proyecto, ideó uno propio, que no tardó en ser un éxito, porque talento es lo que le sobró siempre a este genial músico de pocas palabras, pero grandes canciones.

Fue así que nació Megadeth, luego de que Mustaine leyera un panfleto que decía que un millón de soldados estadounidense perdieron sus vidas en diferentes guerras en el mundo.

El ritual de los fans de Megadeth: la previa comenzó temprano en los alrededores del estadio de Villa Crespo. Y el fervoro no aflojó en toda la noche. Foto Emmanuel FernándezEl ritual de los fans de Megadeth: la previa comenzó temprano en los alrededores del estadio de Villa Crespo. Y el fervoro no aflojó en toda la noche. Foto Emmanuel FernándezPor otra parte, el astro del metal además cuenta con una historia religiosa llamativa: de niño fue Testigo de Jehová, de joven practicó magia negra y al final terminó volcándose al cristianismo (según él, su conversión le salvó la vida, acudiendo, a su vez, a Alcohólicos Anónimos para rehabilitarse de su adicción por las bebidas fuertes).

Cabe destacar que la primera vez que vino la banda a Buenos Aires justo fue hace 30 años, con cinco conciertos al hilo en el Estadio Obras Sanitarias.

A partir de entonces, nunca dejaron de regresar, transformándose en el grupo de rock extranjero que más visitó nuestro país.

La primera noche pesada

Pero antes de abordar de lleno el asunto del espectacular concierto, el primero de los tres de este viaje (repiten el 14 y el 16 de abril), vale la pena mencionar un aspecto que fue fundamental para este reencuentro inolvidable de los íconos del trash metal con sus simpatizantes en Buenos Aires: en 2019, Mustaine padeció un cáncer de garganta y se temió por su vida.

Sin embargo, su valentía para luchar contra la enfermedad dio su fruto y se salvó luego de un largo y eficaz tratamiento.

Por lo tanto, Megadeth volvió a los escenarios e incluso reapareció, en septiembre de 2022, con placa nueva: “The sick, the dying… and the dead” (El enfermo, el moribundo y el muerto), trabajo que presentan en su actual gira mundial.

Más allá de que el sábado se trató de una jornada de copiosa lluvia en Buenos Aires, la gente copó por completo las inmediaciones al estadio de Villa Crespo desde muy temprano: grupos de jóvenes (y no tan jóvenes) reunidos en diferentes esquinas o en algún supermercado chino de turno, bebiendo cervezas, con botellas que iban de mano en mano: la típica “previa” a un recital de heavy metal.

A pesar de la lluvia potente del sábado, adentro del estadio no faltó nadie. La banda repite este domingo y el martes. Foto Emmanuel FernándezA pesar de la lluvia potente del sábado, adentro del estadio no faltó nadie. La banda repite este domingo y el martes. Foto Emmanuel FernándezTodo eso se trasladó a los pasillos del Movistar Arena, donde gran parte del público realizaba largas colas en los puestos del predio para comprar sus vasos de “birra” antes de acceder al campó o a las plateas.

Padres con hijos fanáticos, hijos con padres fanáticos y viejos amantes del metal dieron el presente, generando un público variopinto y con característica propia.

Entre tanto público diverso, también hubo casos de personas que fueron en solitario, como el caso de Florencia (44), de Almagro. “Yo curtía Parque Rivadavia con un grupo de amigos metaleros. Un día encontré un cassette de Megadeth en un puesto, era el tercer trabajo de la banda. Me gustó tanto que luego volví y me compré los que me faltaban. Y cuando vinieron en 1994 por primera vez, fui a los cinco shows en Obras, con tan solo catorce años”, narró la simpatizante, con algunas lágrimas de emoción que se deslizan por su rostro.

Como el recital fue anunciado para las 21, el público rumoreaba que arrancaría una hora después, pero al final no fue así. Pasados los 17 minutos del horario pactado, las luces se apagaron, se escuchó la voz de Dave Mustaine saludando e invitando a su ritual de trash metal. Y la maquinaria se encendió, para lo que sería un espectacular concierto.

El cantante, de figura espigada, lucía impecable: llevaba puesta una camisa blanca, pantalón negro y su cabellera pelirroja larga y semi batida. A su diestra, el bajista; a su izquierda, el guitarrista; y detrás, en lo alto, el baterista, marcando el puso de la potencia sonora.

La primera vez que vino la banda a Buenos Aires justo fue hace 30 años, con cinco conciertos al hilo en el Estadio Obras Sanitarias. Foto Emmanuel FernándezLa primera vez que vino la banda a Buenos Aires justo fue hace 30 años, con cinco conciertos al hilo en el Estadio Obras Sanitarias. Foto Emmanuel FernándezEl telón de fondo contaba con el arte de tapa del último disco del grupo, con la imagen de Vic Rattlehead, la calavera característica de parte de la discografía de Megadeth, un retrato similar al que utiliza Iron Maiden con la figura de su Eddie.

El arranque musical fue con la canción que le otorga el nombre al disco que están presentando, para luego encarar con Dread and The fugitive Mine (Pavor y la fugitiva mente), del año 2001.

Hasta que llegó el primero de los temas más representativos de su larga trayectoria, con el que Mustaine expresó lo siguiente: “Buenos Aires, espero que recuerden esta canción”. Se refirió a Hungar 18, que enseguida generó el fervor de los simpatizantes, tanto del campo (que estaba dividido en dos partes) como de todas las bandejas del estadio.

Hubo cambios de guitarras: de la negra pasó a una de color madera oscura hasta que luego reapareció con una con forma de rayo.

“Megadeth, Megadeth, Aguante Megadeth”, el hit del público, que sonó cada dos por tres. Foto Emmanuel Fernández“Megadeth, Megadeth, Aguante Megadeth”, el hit del público, que sonó cada dos por tres. Foto Emmanuel FernándezSiguieron con su cancionero, repasando diferentes épocas del conjunto, hasta que fue el turno de A Tout Le Monde (A todo el Mundo), el segundo tema más conocido de su repertorio histórico, que forma parte del álbum Youthanasia (Eutanasia para jóvenes).

Después, el frontman tomó la palabra, anunciando algo significativo: “¿Cómo se sienten? ¿Están ok? El resto del mundo los está mirando en este preciso momento”, dijo.

Se refirió a que el concierto, por estar sold out, se estaba transmitiendo en vivo y en directo para la plataforma Veeps.

A lo que la reacción del publico fue instantánea, coreando al unísono: “¡Argentina, Argentina, Argentina!”.

El momento explosivo de la noche

Pero la mayor emoción llegó después, y fue el punto más alto de la velada.

Sucedió con Symphony of Destruction (Sinfonía de destrucción), el himno superior de la banda, cuyo cántico de “Megadeth, Megadeth, Aguante Megadeth”, fue popularizado en la Argentina y luego contagiado al resto del mundo.

Detrás apareció en escena un actor caracterizando a Vic Rattlehead, con una calavera en su cabeza y trajeado.

Y para los bises, llegó la guitarra albiceleste, el agradecimiento eterno del cantante pelirrojo y una explosión de afecto del público hacia la banda que, por su parte, se plantó sonriente sobre el escenario para una despedida larga, casi interminable, como dando a entender que más que un “adiós” se trató de un “pronto nos volveremos a ver”.

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