Ni frívolo ni sutil: serio, íntegro, honrado. Así se habla de Tito Cossa: el respetado y querido dramaturgo, autor de obras fundamentales como La Nona, Yepeto, Gris de ausencia o Nuestro fin de semana, murió el jueves a los 89 años y hoy viernes recibió su último aplauso en la Sociedad General de Autores Argentinos (Argentores), entidad que lo tuvo como presidente, y donde este viernes se velaron sus restos hasta las 14 horas.
Su partida fue un desvanecimiento que deja un legado inoxidable. La escena de hace un rato estuvo dominada por la magia de su partida. «Tito era un tipo con el que daba placer discutir». Nos lo dice el empresario teatral Carlos Rottemberg, uno de los primeros en llegar a la sede ubicada en el barrio de Recoleta. «Ibamos a comer una vez por año. Esta vez fue hace poco y me tocó pagar a mí».
A la pregunta sobre la vigencia de la obra de Cossa, para Rottemberg sólo hizo falta un dato de la realidad: su adaptación de Un guapo del 900 acaba de volver a los escenarios del Teatro Cervantes. «Recién, recién, ahora. Supongo que con esto te digo todo. Se nos fue uno de los indispensables. Un tipo ético, un tipo que hizo exactamente lo que dijo».
En el velatorio se hablaba de un «problema cardíaco». En las últimas semanas, al parecer, debieron ponerle un marcapasos por una arteria tapada. El lunes pasado sufrió una descompensación y hubo que internarlo de urgencia en una clínica. El pronóstico, en un principio, era alentador. Durante la madrugada del jueves, sin embargo, su estado de salud empeoró.
Los restos de Cossa, rumbo a la Chacarita.
Ulanovsky, Marrale, Dayub
En el pasillo de entrada a Argentores había fotos del dramaturgo. También coronas. Una de «Tus compañeros de SAGAI» y otra del Instituto Nacional del Teatro. Pasó la periodista Nora Lafón, colega decana especializada en Espectáculos. Ahí nomás, Luis Pedro Toni, pionero de los chimentos de nuestra farándula. Siluetas televisivas, ahora frágiles, casi inmateriales.
No es una muerte pomposa. La austeridad que caracterizaba al dramaturgo pintó de colores serenos toda la ceremonia del último adiós. El luto se dejaba ver desde un costado lógico, racional. Casi sin lágrimas. Otros nombres presentes: Victor Hugo Morales, Jorge Marrale, Mauricio Dayub. Periodistas y escritores como Hugo Paredero y Carlos Ulanovsky acompañaban haciendo juego con una discreción que sonaba a mandato.
A medida que pasaba la mañana, y antes de que los restos de Cossa fueran llevados a Chacarita, llegó mucha gente de teatro. Del detrás de escena. Por ejemplo, Ricardo Halac y Eva, su hija. El reconocido dramaturgo argentino -también de 89 años- nos dijo: «Fueron 55 años los que me unieron con Tito. Desde su debut, cuando me trajo para leer su primera obra, hasta hoy. Lo que más me unió a él, y nos llenó de orgullo, fue hacer Teatro Abierto, un movimiento cultural que se hizo notar en una época difícil del país. El, Eduardo Pavlovsky, Carlos Somigliana, yo…».
En el pasillo de entrada a Argentores había fotos del dramaturgo.¿Cómo lo definirías? «Sin duda como un tipo incorruptible, austero. Un militante de la cultura». A su lado Eva, su hija, también destacada escritora y directora de teatro, sonreía con ternura. «Tito era un familiar. Toda la vida escuchamos hablar de sus obras. Un autor gigante». ¿Obra preferida? «No te voy a decir La Nona. No te voy a decir Yepeto. Mi obra preferida de Tito es Los compadritos«.
Y mirando a su padre, un poco envidiándolo también: «Ellos pertenecen a una generación de autores que vivieron de lo que les gustaba hacer. Era teatro independiente, sí, pero un teatro independiente que tenía funciones de jueves a domingos».
POS