En medio de la oleada de despedidas elogiosas y dramáticas que provocó la muerte de Jorge Lanata, uno de sus colegas cercanos, a la vez uno de los periodistas más queridos y respetados del medio, se animó a revelar cuál era el único tema con el que no se podía hablar con el creador de Página 12, Día D, PPT y Hora 25, entre tantos y tantos éxitos. “Te reputeaba si le decías algo” confesó.
Lanata será recordado, precisamente, como alguien que siempre estaba dispuesto a todo. Incluso a que lo criticaran fuertemente. Sin piedad ni límites. Gustara o no -era amado u odiado en las mismas proporciones- hay que reconocerle, entre otras cosas, eso: que si le decían algo de sus creaciones o de las empresas donde laburaba no sólo se la aguantaba: a veces hasta se sumaba al escarnio.
Pero dentro de esa “libertad total” que les daba a sus equipos de trabajo y a los entrevistados para hablarle había un tema que estaba “prohibido” hablar adelante de él. Uno solo. Una única cosa de la que no se podía decir una sola palabra porque él montaba en cólera y explotaba a la primera mención.
Edgardo Alfano no sólo es un periodista muy creíble y un muy buen conductor tanto radial como televisivo. También, cuentan todos los que laburaron con él, es un muy buen compañero de trabajo. Uno de esos hombres amables, gentiles y “macanudos” con los que se puede charlar de cualquier cosa y en cualquier lugar. Es difícil encontrar gente que no lo quiera o que hable mal de él.
REVELAN CUAL ERA EL UNICO TEMA PROHIBIDO PARA JORGE LANATA
En Mañanísima, el programa de Carmen Barbieri, Alfano fue convocado para sumarse a los recuerdos sobre Lanata. Y él decidió ir por otro lado y contar qué era lo único que no se le podía decir a Lanata. “Mirá, era un tipo con el que podías hablar de todo. Pero de todo en serio. Lo que vos quieras. Y así como te escuchaba también te decía sus cosas y se bancaba la discusión y la pelea. Incluso decía que se nutría con los que pensaban diferente” remarcó.
“Pero había algo -señaló también- que no se le podía ni mencionar, y era que dejara de fumar o que tuviera cuidado con el pucho. Ahí no había intransigencia ni comprensión ni nada. No se lo bancaba. Y si te animabas a decirle algo agarrate, porque directamente te reputeaba sin titubeos”. Los enojos y los fastidios de Lanata, queda claro, no eran puro humo.