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Una prueba inminente para Javier Milei y los tres mensajes desafiantes de Cristina Kirchner

«Si quieren romper, que rompan. Van a desaparecer”. Así de fuerte y de desafiante era el mensaje que el viernes a la noche bajaba de la cima de la Casa Rosada. Todavía a esas horas existían conversaciones entre los referentes de La Libertad Avanza y del PRO para evitar una eclosión de la alianza que mantienen desde que Javier Milei se metió en el balotaje con Sergio Massa y se convirtió en la llave para desterrar al kirchnerismo del poder. El último enviado macrista a Balcarce 50 abandonó el lugar cerca de las diez de la noche sin saber si el Gobierno tendrá algún gesto que ponga freno a su postura de confrontación permanente. “Estos tipos son un misterio”, le dijo con resignación ese enviado a Mauricio Macri. Los contactos siguieron ayer bien temprano, con Milei al teléfono desde Olivos y con Macri desde un avión rumbo a Estados Unidos.

El corazón de la discusión pasa por definir qué hará el bloque del PRO el miércoles en la Cámara de Diputados, cuando se trate el veto del Presidente a la ley de financiamiento universitario, que incluye una fórmula para el aumento de los docentes. Los cálculos preliminares suponen que el oficialismo no tendría los votos -un tercio de los presentes- para evitar que la oposición frene el veto, ni aun cuando los 38 legisladores del PRO decidieran expresarse en el recinto en sintonía con el Gobierno. Necesita de otros actores. Pero, más allá de eso, la pelea es política y acaso vital para la convivencia de la coalición: ¿Será el PRO el que termine de empujar a los libertarios hacia una crisis mayor?

En las últimas charlas, desde el PRO les pidieron a sus interlocutores oficialistas que el lunes hagan un gesto en favor de los docentes y de la educación, aunque más no sea simbólico, una muestra de que podrán sentarse a dialogar y a incluir alguna mejora en el Presupuesto. Si esos gestos se produjeran, el PRO podría encolumnar a sus legisladores a apoyar el veto. Macri pidió un esfuerzo. “Hablalo con Ritondo”, le dijo a Santiago Caputo, en una charla reservada, el jueves, en una oficina que el gurú libertario usa cuando no quiere estar bajo el radar de los periodistas.

El escenario asoma demasiado complejo para el Ejecutivo. Si persisten las diferencias con el partido que fundó Macri podría sobrevenir una votación muy adversa que deje al Gobierno más aislado y descolocado frente a la opinión pública y los mercados. La norma que se vetó contó con el apoyo del kirchnerismo, la UCR, la Coalición Cívica, Encuentro Federal y de partidos provinciales. El bloque oficialista empuja una situación similar al día en que se votó la movilidad jubilatoria: que muchos de quienes votaron a favor o que se ausentaron de la sesión sostengan ahora el veto. La Libertad Avanza necesita 86 votos para ratificarlo. Hoy no los tiene.

El primer mandatario, como en otras oportunidades, se paró en la posición de “es todo o es nada”. Hay quienes especulan que se trató de un error no forzado. Que se está desgastando en una pelea feroz por un número final sin incidencia en el PBI. Se trata del 0,14% (750 mil millones de pesos), pero de ese 0.14%, el 0,8% pertenece al incremento de los salarios docentes y no docentes. Por eso algunos funcionarios le habían pedido a Milei que analizara la posibilidad de un veto parcial. Milei no los escuchó. “Tengo que hacerlo, es una señal política”, les dijo.

¿Y si Milei se quedara solo? ¿Si la votación resultara aplastante? Hasta los gobernadores que al comienzo de la gestión parecían más cercanos están en pie de guerra. Hubo charlas informales entre Rogelio Frigerio (Entre Ríos), Ignacio Torres (Chubut) y Marcelo Orrego (San Juan) para ver cómo votarán los seis diputados que les responden. Ninguno estaría dispuesto a hacer un esfuerzo por ayudar al mileísmo, a menos que les suene el teléfono y se abra un canal de diálogo, algo que hasta ayer no había ocurrido. “No nos dieron nada en diez meses. Se llevan mejor con los Jaldo que con nosotros”, se quejan los mandatarios.

Hay temor a la reacción del Presidente para el caso de que se produjera un revés contundente. De ahí el conjunto de presiones. En el macrismo exploran una salida. Macri no quiere quedar en la posición de obstaculizador porque supone -y así se lo dicen cuando camina por la calle- que su electorado es afín a las ideas que se impusieron en las urnas el 19 de noviembre pasado. El ingeniero se pronuncia a favor del ajuste en general y de que el Estado no gaste un peso más del que entra en sus arcas, pero a la vez se muestra como un defensor de la educación pública. “¿Desde cuándo son kirchneristas?”, preguntan los libertarios, con malicia.

El Gobierno evalúa diferentes estrategias, incluso la de no acatar lo que decida el Congreso. Algunos denuncian que Milei estaría dispuesto a desconocer la división de poderes; en el entorno presidencial, por el contrario, insisten en que resulta ilegal “toda ley que autorice gastos no previstos en el presupuesto general y no especifique las fuentes de los recursos a utilizar para su financiamiento”. El PRO sufre por la posible rebelión mileísta. Es una de las grandes diferencias que plantea Macri: le reprocha a su aliado el poco apego a las instituciones. El conflicto podría terminar en la Justicia.

Macri acudió a la reunión con Santiago Caputo con el mismo mensaje que repite en privado : “Van 10 meses y no hay coordinación. Está ya más que claro para todos los argentinos la vocación del PRO por ayudarlos, pero sin una relación orgánica se hace muy desgastante”. Caputo leyó estas palabras como un pedido de cargos y no le gustó. Desde luego, no es Caputo el único intransigente. Otras voces muy cercanas, que charlaron con Milei en las últimas horas, suben la apuesta: “Nos están extorsionando y no lo vamos a permitir”.

Caputo se resiste a abrirles la puerta de la gobernabilidad a los macristas. Es lo que le dice a Milei cuando el jefe de Estado se reúne con Macri y avanzan en la construcción de un frente común. Milei es condescendiente con Macri, incluso cariñoso; suele decirle: “Lo entiendo Presi, tiene razón”. Pero, luego, en lo concreto, no sigue aquella línea. El juego de seducción libertario llega hasta el punto de proponer un interbloque en el Congreso. Los macristas se niegan. Se sienten usados.

Ritondo se los dijo el lunes a varios funcionarios, entre ellos a Federico Sturzenegger, Martín Menem y Lisandro Catalán: “Sacan decretos, resoluciones y nosotros tenemos que estar adivinando qué quieren. Por lo menos nos tienen que escuchar. No puede ser que nos digan ’decidimos esto, vayan y bánquensela’”.

El reclamo parlamentario es tan solo una parte del enojo. Hay cosas peores para el PRO. Karina Milei hizo su presentación en sociedad en el Parque Lezama, pleno territorio porteño, la cuna macrista. Pocos días más tarde, Patricia Bullrich, su ex presidenta partidaria, formalizó un acuerdo con La Libertad Avanza en la Legislatura bonaerense. El armado libertario no cesa. En el anuncio estuvieron Karina Milei y el armador provincial, Sebastián Pareja. El oficialismo procura extenderse en todo el país, con la hermana del Presidente como figura. A veces choca con escándalos: Pareja quedó en el ojo de la tormenta por incluir en las listas de las elecciones estudiantiles de la Universidad Nacional del Sur en Bahía Blanca a presos condenados por violaciones a menores. Son los riesgos de armar a las apuradas una fuerza desde cero. Habría más.

Milei se mantiene prescindente de esos movimientos. Su cabeza está en la economía: el déficit, las reservas, la inflación. El blanqueo le dio cierto respiro. El Ministerio de Economía y el Banco Central celebraron la tendencia a la baja de los dólares financieros. El riesgo país, heredado el 10 de diciembre en 1935 puntos, cayó a los 1258 y los bonos continúan en alza. La economía del día a día es otra cosa. La preocupación por los salarios y la pérdida frente a la inflación son una discusión constante, aun cuando la inflación se proyecte en descenso para los próximos dos meses. El salto de las tarifas agudiza el malhumor social. Hasta el FMI, que valora algunos logros, alerta sobre la situación.

El peronismo, aunque sin brújula, comenzó a percibir que el descontento podría ser creciente. Cristina salió a saludar a los manifestantes de la marcha por la educación. La postal en las calles ofrecía diversidad de colores. Estaban desde los piqueteros de izquierda hasta Pablo Moyano. También Sergio Massa y Guillermo Moreno, quien acaba de ser condenado a tres años de prisión por adulterar los datos del Indec. Massa y Moreno se dieron un abrazo y cantaron juntos “vamos a volver”. Fue el escenario que eligió el tigrense para reaparecer. Le hubiera gustado un acto para presentar su libro, pero no pudo ser. Se cruzó en su camino la denuncia de violencia de género de Fabiola Yañez contra Alberto Fernández, el presidente que él y Cristina ayudaron a construir.

La conductora de Unión por la Patria se alista para asumir la presidencia del PJ con una vieja táctica: que se lo pidan casi de rodillas. Pero corren otros tiempos. El operativo clamor se pareció, más bien, a un clamorcito. Salieron a impulsarlo los intendentes y, por supuesto, La Cámpora. No así Axel Kicillof, su otrora niño mimado.

Cristina envió tres mensajes en una misma maniobra. El primero: no piensa jubilarse. El segundo: podría ser candidata el año próximo a diputada y arrastrar al PJ, en especial a Kicillof, que se veía así mismo como la renovación y que amenazaba con disputarle la lapicera. Tercero: a la Justicia, que la tiene procesada y avanza en varias causas sensibles contra ella y su hijo Máximo.

Como dijo días atrás un dirigente que pasó a saludarla por el Instituto Patria: “Cristina está avisando que no es una señora sola que se va a quedar esperando el final de la historia”.

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