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50 años de médicos: la UBA reconoció a los graduados que hicieron una medicina que ya no existe

“Una caricia al alma”. De eso se trató la ceremonia en homenaje a médicos graduados de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires que cumplen 50 años de profesión. La casa de estudios que los despidió en 1974 volvió a ser esta semana un punto de reencuentro no sólo entre los graduados, sino además entre familiares, amigos y pacientes. En diálogo con Clarín, los profesionales de salud homenajeados hablaron de los cambios de la profesión y los desafíos que implican los avances médicos de la mano de la tecnología.

“Hoy nos encontramos en este recinto para homenajearlos, como en aquella vez, acompañados de sus familiares, aunque hoy ya son otros. Hoy son esposas, son esposos, son hijos, son nietos. Disfrutemos del video que proyectaremos a continuación y que guarda tan entrañables recuerdos para ustedes y para todos los que los acompañaron en esta celebración”, inició el acto ante el auditorio del Aula Magna de la Facultad, en donde los globos, las flores, y los aplausos de orgullo sobraron.

A esos recuerdos que llegaron en forma de imágenes y de nombres de los 98 médicos homenajeados, se sumaron las palabras del decano, Dr. Ignacio Brusco, y del Consejero por el Claustro de Profesores, el Dr. Horacio Soria, que definen a este grupo de profesionales como “maestros, héroes diarios que han curado a miles de personas”.

En palabras del decano: “No vamos a negar la crisis que vive en este momento la Argentina en términos económicos y en la universidad, así que gracias por estar acá. Cada uno de ustedes es un aliento personal para seguir peleando y trabajando en favor de la universidad pública”.

Una emotiva entrega de diplomas reconoció el trabajo de cada uno de ellos durante medio siglo. Para algunos, subirse a ese escenario fue revivir la entrega del primer diploma de recibidos.

Guillermo Cassella, médico cardiólogo con gran recorrido en el Instituto de Diagnóstico y Tratamiento (IADT), fue uno de los homenajeados con esa caricia al alma.

El aula magna, colmada para homenajear a los médicos que cumplieron 50 años de egresados. Foto Juano Tesone El aula magna, colmada para homenajear a los médicos que cumplieron 50 años de egresados. Foto Juano Tesone “Yo creo que la generación nuestra desapareció y va a ser difícil que nos pueda aparecer otro hecho similar a la tecnología por unos años. Teníamos que arreglarnos con lo que podíamos. Hacíamos domicilios, que ahora se hacen pocos, y éramos realmente médicos de familia. Todavía muchos lo seguimos siendo. Yo voy por la quinta generación de familias que estoy atendiendo. He atendido a la abuela, a la madre, a los hijos y a los nietos. Chicos, algunos de 14 años, me vienen a consultar. Somos una especie en extinción”, expresó a Clarín.

Guillermo tenía 18 años cuando decidió meterse a la carrera de Medicina en la UBA. En sus estudios, se interesó tempranamente por la cardiología, por la emergencia, por “lo que ahora llaman intensivismo o terapia intensiva o emergentología, que en ese momento no existía”.

En agosto de 1974 se recibió y empezó la residencia en la Academia Nacional de Medicina, con sede en el Instituto Hermenegilda Pombo de Rodríguez, donde aprendió de los próceres de medicina” que después fueron amigos y hasta pacientes. Luego, trabajó siempre en la esfera privada. Actualmente, Cassella tiene 76.

El cardiólogo Guillermo Cassella es uno de los médicos que recibió el homenaje. Foto Juano Tesone El cardiólogo Guillermo Cassella es uno de los médicos que recibió el homenaje. Foto Juano Tesone Describió un mundo distinto, un trabajo en una década difícil, sin autopistas, sin teléfonos, sin internet. Enfatizó en el desafío que significó ajustarse a la innovación constante.

“Nuestro auto era una verdadera ambulancia, llevaba frascos de suero, antibióticos, jeringas, no existían los desfibriladores. Teníamos un electrocardiograma que tenías que enchufarlo, ahora son todos a pila, más chiquitos. Los médicos de ahora se reciben con un celular y una tablet en la mano. Nosotros nos recibíamos con el estetoscopio y aparatos de presión, oftalmoscopio, un electrocardiograma simple y un laboratorio muy simple. Lo nuestro era más artesanal. Conversar con el enfermo, utilizar los cinco sentidos para saber lo que tenía y arreglarlo con muy poco”, mencionó sobre sus inicios.

Cassella con su diploma. El cardiólogo tuvo como paciente al premio Nobel Federico Leloir. Foto Juano Tesone Cassella con su diploma. El cardiólogo tuvo como paciente al premio Nobel Federico Leloir. Foto Juano Tesone Recordó que en aquellas épocas los maestros de medicina tenían sus discípulos. Él tuvo cercanía con los mejores: “Tuve la suerte de atender a (Luis Federico) Leloir, por ejemplo. Fui el médico de él durante muchos años y de muchos otros médicos que han muerto, como por ejemplo León de Soldati”, dice respectivamente del premio Nobel y de quien fuera uno de los presidentes de la Sociedad Argentina de Cardiología.

En 2018 volvió a dedicarse de lleno a la medicina asistencial, lo que le permitió regresar al contacto con el humano, con los enfermos, con los colegas: “Sobre todo adaptarse a los colegas nuevos. Eso es lo bueno de la medicina, poder hablar y discutir y tener un diagnóstico preciso por el bien del enfermo”. Guillermo también operó al periodista Horacio Pagani en 2018 tras problemas cardíacos severos.

Los médicos egresaron en una época completamente distinta a la actual. Foto Juano Tesone Los médicos egresaron en una época completamente distinta a la actual. Foto Juano Tesone “Sentía, previo al acto, mucha ansiedad, como cuando me gradué. Mucha emoción, muchas expectativas y mucha ansiedad. Encontré algunos nombres de compañeros con los que hemos hablado”, comentó a este diario la doctora Susana Nishihama, quien se formó como médica generalista y luego obtuvo una especialización en ginecología. Trabajó durante muchos años en el Hospital Vicente López hasta su jubilación.

Y añadió: “Estaba dentro de la especialidad en un área que se llama patología cervical. Que es la parte de prevención y detección de cáncer de cuello de útero. Muy interesante. Es una especialidad grande, había de todo, cirugía, aparatología, así que fue una buena experiencia. Hubo muchos cambios, por supuesto, y me gustaría haber podido experimentar la robótica”.

Médicos y médicas. La proporción de mujeres egresadas en 1974 era mucho menor que ahora. Foto Juano Tesone Médicos y médicas. La proporción de mujeres egresadas en 1974 era mucho menor que ahora. Foto Juano Tesone Susana, acompañada de sus familiares, hizo hincapié en el cambio generacional que está dejando ver la medicina profesional: la proporción de mujeres en estas carreras creció mucho desde el momento en que ella se recibió hasta ahora. Eso la enorgullece.

“La generación que hoy recibió un diploma es en su mayoría de hombres, pero ahora no es así. Yo cuando estudiaba a veces había cursos en donde eran nueve varones y yo sola. Y a veces te tenías que callar la boca, trabajar y trabajar. Yo perseveré”, sostuvo.

El doctor Andrés Alfredo Pogliani, otro de los agasajados en este evento, manifestó: “Nosotros somos un poco los patriarcas de la medicina en este momento. Yo fui ayudante de cirugía en el Hospital Rivadavia, y hay muchos médicos de hoy que fueron alumnos míos. Médicos mucho más jóvenes, con 20, 25 años de profesión”.

Las autoridades de la facultad, en el acto para reconocer a la camada 1974. Foto Juano Tesone Las autoridades de la facultad, en el acto para reconocer a la camada 1974. Foto Juano Tesone Pogliani se especializó como cirujano, hizo medicina clínica, también el curso de dos años de médico gerontólogo y luego fue jefe de medicina laboral. En su largo recorrido pudo ver el crecimiento de la intervención tecnológica en el trabajo médico.

“Con un amigo éramos los ayudantes del jefe. Él era docente. Entonces cuando le íbamos a ayudar en las operaciones, él hacía todo y después nosotros hacíamos el final. Y a veces cuando hacíamos colon o intestino, teníamos que suturar el intestino y todo. Y llevaba mucho tiempo. Yo decía que había que hacer una cinta. Antes de que me retirara de la cirugía, los rusos inventaron una pistola con un carretón que es el mismo que el de la máquina de coser, para no estar tres horas haciendo puntos”, puso de ejemplo.

La alegría de encontrarse con otros compañeros se complementó con la nostalgia por el recuerdo de los que no pudieron asistir o fallecieron en el camino.

“Esto fue encontrarme con al menos un 10% de mis compañeros. Algunos fallecieron, otros no se enteraron, tal vez por no estar activos o por no estar en ningún grupo de ex alumnos. Pasó mucho tiempo. Pero esta vivencia hace 50 años no me la hubiera imaginado jamás”, concluyó.

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