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Cuatro balazos y la ubicación de WhatsApp «salvadora»: sobrevivieron en el festival que atacó Hamás y vinieron a la Argentina a contar por qué hay que volver a bailar

“Cuando la música dejó de sonar”, dice el cartel en letras blancas con el fondo estilo flyer de una fiesta electrónica. Adelante hay una mesa y tres sobrevivientes del festival de música Nova que Hamás atacó en Israel.

El 7 de octubre todo el país se sintió vulnerado. Pero ellos tres, y 3.000 personas más, después de las 6 de la mañana seguían bailando sin parar cerca de la Franja de Gaza hasta que vieron caer los primeros cuerpos. Y la música se detuvo. Y se escucharon las alarmas.

No eran público. Eran parte de la organización de uno de los festivales más grandes del mundo y ahora van a ser los guías de una muestra que, después de una exitosa temporada de dos meses en Nueva York y ahora en Los Angeles, en octubre va a recrear en Buenos Aires el espíritu que se quebró cuando quedaron rodeados de terroristas.

El ataque en el Festival Nova se convirtió en la masacre más grande en la historia de la música y ellos tres eligieron que Argentina sea el primer país de habla hispana donde había que viajar a contarlo.

Yagil Rimoni es el socio principal y el fundador del festival. El 7 de octubre también era el dueño de la empresa de seguridad de ese evento masivo. A las 6.29, cuando sonó la sirena -una cámara que grababa la cabina del DJ muestra el momento exacto en el que tuvo que parar la música para que se escuche el aviso del peligro de ataque- estuvo ahí.

Yagil salvó a más de 150 personas en el festival. Foto Maxi Failla Yagil salvó a más de 150 personas en el festival. Foto Maxi Failla “Combatí a los terroristas desde que empezó el ataque, con mis compañeros (de la compañía de seguridad). Once de ellos también fueron asesinados”, cuenta Yagil. Al mediodía ya habían “recuperado -dice- toda la zona del festival” y volvieron al lugar con “armas más grandes y potentes” para intentar buscar a más asistentes que siguieran vivos.

“Uno de los primeros heridos con los que me encontré es esta chica, que ahora está al lado mío”. Lo dice y le pasa la mano por la espalda a Naama Gal. Tiene 26 años, trabajaba como jefa de Equipo en el Nova y, con varias frases en español, sabe transmitirle a Clarín el horror que vivió justo antes de que Yagil la ayudara a moverse.

Gracias a Dios pude salvarla. Y desde ese momento me empezaron a llegar más ubicaciones de WhatsApp, para poder encontrar a más heridos”, recuerda un hombre que salvó a más de 150 personas y que cuando ya nadie más respiraba, comenzó a revisar los cuerpos buscando identificaciones “para saber quién era quién y avisarle a sus familias”.

Correr no siempre fue una opción. Si había terroristas a pocos metros, había que esconderse. Hasta en la basura. Naama no eligió ninguna de las dos. En medio de las corridas, alguien la empujó y quedó en un container de residuos.

Describe que no era un contenedor como el de la calles sino «grande como una habitación, con puerta y sin techo, lleno de bolsas de basura. Ahí me encontré a mí misma junto con 20 personas más. Como nadie podía moverse ni salir, durante seis horas, hicieron sus necesidades sobre sí mismos. Uno arriba del otro”.

“A las 11.45, una de las chicas que estaba en el container movió su pie y las bolsas de basura hicieron ruido. Los terroristas que estaban alrededor escucharon. Uno entró y disparó sin mirar. Mató a 10 de las 20 personas que estaban conmigo”.

Sintió cuatro impactos. Dos balas en el pie derecho, otra en el izquierdo y una en el hombro. Cuando habla tiene puesto un blazer negro con hombreras. Pero con el look rapado que deja libre la zona, el relato y el dedo con el que señala suavemente, hace que esa herida se sienta. Apenas a centímetros del corazón. Pero la que vuelve a llorar es ella.

Naama llora cuando relata cómo sobrevivió al festival atacado por Hamás. Recibió cuatro balazos y estuvo en coma. Foto: Maxi FaillaNaama llora cuando relata cómo sobrevivió al festival atacado por Hamás. Recibió cuatro balazos y estuvo en coma. Foto: Maxi Failla“Mandé mi ubicación al grupo de mis compañeros de trabajo en Nova y ahí es que Tagil lo vio y vino a rescatarme”, explica. Rom Breslav, que también trabajaba como guardia en el evento, corrió hacia ella junto con Yagil. En un mensaje le dijeron que “como sea” tenía que arrastrarse hasta la apertura del contenedor, porque los disparos seguían. Naama, que todavía no se había desmayado, dio “vueltas y vueltas” sobre varios cadáveres, hasta que llegó a los brazos de su salvador.

En medio de tiros y con Yagil de vuelta en combate, un chico (que no conocía y nunca supo quién fue) la trasladó hasta una ambulancia. Estaba por desangrarse. Los paramédicos le salvaron la vida, “mientras veía pasar a los terroristas con armas largas en las motos”, y la operaron en el Hospital Assuta, en Ashdod, donde estuvo internada una semana.

Después de dos días en coma, Naama se despertó. “Podía mover mi cuerpo herido. Vi a mis padres emocionados por el milagro y me di cuenta de que estaba viva”, dice. Hoy va dos veces por semana a terapia y cuenta que “no podría trabajar en otro lado que no sea en Nova”. Ya es la encargada de la oficina central de la empresa.

Ese 7 de octubre, Omri Kochavi, de 36 años, siendo fundador y uno de los productores principales del festival, también estaba en plan de disfrute. Decidió quedarse hasta el final. “Cuando sonó la alarma yo estaba en el medio de la pista de baile, con mi esposa. En el momento pensé que era una estrella cayendo. Pero al segundo me di cuenta de que eran millones de misiles. Al principio, con el equipo nos quedamos, para cerrar el evento como se debe. No pensamos que había terroristas alrededor”, cuenta Omri.

Pero, además de su rol como responsable del evento (se encargó del montaje de todos los escenarios), hubo un “sentido de obligación” extra, que se sintió como una orden y lo llenó de fuerzas.

Omri cumplió con la Omri cumplió con la «orden» de su suegro, y su mujer volvió viva a casa. Foto Maxi Failla “Por mi buen oído, al escuchar los tiros supe que no eran de armas israelíes, porque las conozco, y un policía herido me dijo: ‘Váyanse cuanto antes, está lleno de terroristas’. Corrimos al este. Encontré a la primera herida, la ayudé, estaba sangrando mucho y con otro chico pudimos moverla hacia una ambulancia en la que había 14 heridos más. Pero todos ellos, y el chofer también, fueron asesinados”.

Volvieron a correr. Durante siete horas. Sin agua ni sombra y “sin tener idea de a dónde ir ni cómo llegar”. Pero él estaba con su mujer.

“Me había casado un mes antes del festival. En un momento, el padre de ella me llamó. Me dijo: ‘Mirá Omri, traéme a mi hija viva a casa’. Ahí le dije a ella que corra con otras chicas y yo me quedé atrás para ver de dónde venían los terroristas. Ahí veía las balas que pegaban en la tierra y yo corría en el medio. Por suerte ella corre muy rápido porque hace deporte. Tuve la suerte de que no me haya tocado ninguna bala”.

Siguieron corriendo hasta una aldea. Apareció una camioneta con miembros de Hamás y los sobrevivientes se escondieron en un “bosquecito” de árboles de palta. Los terroristas los vieron y todavía no sabe “por qué no frenaron a disparar”. Entre esos árboles encontraron a otra sobreviviente. “Estaba solita, muy asustada. Creo que Dios nos puso ahí para encontrarla y rescatarla”, elige como respuesta.

En la Exhibición Nova, que todavía no tiene fecha, durará 15 días y aún no se comunicó dónde será la instalación en la Ciudad, Omri, Yagil y Naama se moverán otra vez entre los autos quemados (los reales), entre baños químicos con agujeros de bala (los reales), las fotos del festival y el espíritu del evento, la música.

En medio del horror que vivieron en carne propia, ¿cuál es el mensaje? ¿Cómo es posible bailar de nuevo? “Bailar es nuestra terapia. Bailamos cuando estamos tristes, bailamos cuando estamos contentos. Esa es nuestro modo de sobrevivir y de ayudarnos”, cierra Omri.

Naama, justo antes, había dicho que lo que pasó en el festival, para que no vuelva a pasar, “hay que contarlo”. Hasta con su propia música. Y con ellos tres, más otros sobrevivientes que también llegarán en octubre para ser guías en la muestra.

AS

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