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La educación de Lucas, el chico que vivió en la calle pero nunca faltó a clase: un derecho y un servicio

A Lucas Cesio nadie le puede discutir. Para él, que vivió cinco años años en un auto abandonado en Villa Urquiza, la educación es un servicio esencial. “La escuela fue mi casa”, dice. ¿Quién se anima a desmentirlo? Estudió bajo los árboles de una plaza, durmió en la butaca de un viejo Peugeot 505 color champagne y nunca llegó a la escuela sin la tarea lista.

Cuando terminó la primaria, en diciembre de 2015, fue tapa de Clarín. Desde hace dos semanas trabaja en la estación de servicio de YPF donde le prestaban el baño antes de ir al colegio.

El año pasado terminó el secundario en una nocturna de Almagro y ahora sueña con recibirse de director técnico: su pasión es el fútbol. Juega por derecha y por izquierda. Y no sabe de grietas. Solo sabe que ir a la escuela le salvó la vida.

La Cámara de Diputados aprobó esta madrugada un proyecto para que las escuelas estén abiertas, con una guardia mínima, cuando hay paro. Hubo 95 votos en contra.

En un país empobrecido como el nuestro, el valor social de la educación es mucho más que los aprendizajes: es el ordenador de las familias. En el caso de la de Lucas fue fundamental: su mamá hizo que nunca se cortara el hilo que unía a sus hijos con el aula.

En el colegio todos sabían dónde vivían. Los compañeros y maestros los invitaban a comer a la casa o les llevaban ropa. Lucas y sus hermanos no tenía nada más que lápices y cuadernos dentro del viejo auto fundido y descartado en la calle.

Hasta esas cuatro ruedas habían llegado cuando se quedaron en la calle y su mamá pensó que tenían que seguir viviendo cerca de la escuela N° 5 Enrique de Vedia. Porque a ellos podía faltarle todo menos la escuela. Lo esencial.

La tapa de Clarín del 18 de diciembre de 2015 mostró la historia de Lucas, que el año pasado logró terminar la secundaria.La tapa de Clarín del 18 de diciembre de 2015 mostró la historia de Lucas, que el año pasado logró terminar la secundaria.Minutos antes de las 3 de la madrugada de este jueves, en el marco de una sesión cargada de interrupciones y tensiones, el proyecto para declarar a la educación como un servicio esencial obtuvo 131 votos positivos. Ahora el texto debe ser aprobado por el Senado para convertirse en ley.

Los gremios docentes -que ven en esa iniciativa una amenaza directa a su capacidad de negociación- ya se apuraron a rechazarlo, y preparan una “gran Marcha Federal Educativa” para septiembre. Dicen que la educación es un derecho social y no un servicio. ¿Cuál es la diferencia para los Lucas de la vida?

Según la Organización Internacional del Trabajo, un servicio esencial es el que implica una amenaza para la vida en caso de interrumpirse, como los hospitales. No las escuelas. El debate quedó abierto.

Hoy Lucas tiene 21 años y sigue hablando con sus maestras de la primaria: “Todos los días les agradezco lo que hicieron por mí”. Sobre todo, aclara, cuando miraban para otro lado “las veces que me quedaba dormido sobre el pupitre de lo cansado que estaba”.

Es que nunca dejó de trabajar. Primero ayudaba a su tío con trabajos de plomería, luego atendía en una casa de comidas rápidas y más tarde se subió a un Rappi. Hasta que volvió a la estación de servicio donde se higienizaba cuando vivía en la calle. Allí, mientras ahora carga nafta con su uniforme azul, sueña con seguir estudiando.

Quiere armar el mejor equipo de su vida: “El fútbol, como la escuela, suele dar oportunidades a los que no tenemos nada. Cuando sea técnico voy a ayudar a los chicos como me ayudaron a mí”.

Con su mamá. Ahora ella trabaja en la portería del edificio donde viven. Foto: Emiliana Miguelez Con su mamá. Ahora ella trabaja en la portería del edificio donde viven. Foto: Emiliana Miguelez

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