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Preocupada por el daño a su credibilidad, la Iglesia procurar frenar la politización de lo religioso

El riesgo de la partidización de lo religioso acechó a la Iglesia católica en la Argentina en los últimos meses a partir de celebraciones religiosas en la ciudad de Buenos Aires. Las llamadas “misas militantes” que se oficiaron en dos parroquias con referentes de organismos de derechos humanos en las que se corearon consignas contrarias al gobierno suscitaron una fuerte polémica que determinaron que el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva, saliera a tomar distancia, al afirmar enfáticamente que “la misa es algo sagrado porque está en las entrañas más profundas de la fe de nuestro pueblo, que con ella nos alimentamos de unidad, de fraternidad, de paz y que, por eso, no está bueno usarla para dividir, para fragmentar y partidizar”.

En ese caldeado contexto, el presidente del Episcopado, el obispo Oscar Ojea, aclaró que la misa que proyectaba oficiar en una parroquia de La Matanza junto a los curas villeros iba a ser en reconocimiento a la abnegada tarea de las cocineras de los comedores populares y “no contra algo o contra alguien”. Más aún: señaló que no se pensaba invitar a ningún político para evitar la posibilidad de una utilización partidaria. Y ante la marcha de la CGT y las dos CTA y los movimientos sociales desde el santuario de San Cayetano hasta la Plaza de Mayo el 7 de agosto, el día del patrono del pan y del trabajo, García Cuerva precisó que “San Cayetano no es un santo de un partido político o de un sector social, es un santo de todos”.

También es cierto que la grieta política que atraviesa a la sociedad argentina tampoco ayuda y suele llevar a ver una politización donde no la hay. Por caso, el arzobispado porteño organizó un encuentro en la catedral con los voluntarios de las parroquias que, de noche, le llevan comida caliente a personas en situación de calle. Como la concurrencia desbordó las previsiones -se esperaban 100 voluntarios y concurrieron unos 500- se decidió que la comida que se había preparado para ellos se la sirvieran a los chicos de algunas parroquias que fueron. “Circuló una foto con un texto que decía que habíamos creado un comedor en la catedral”, lamentó Garcia Cuerva, en alusión a que se le endilgó ser un gesto de protesta contra el gobierno.

Misa de organismos de derechos humanos en la iglesia porteña de la Santa Cruz, donde se corearon consignas opositoras.Misa de organismos de derechos humanos en la iglesia porteña de la Santa Cruz, donde se corearon consignas opositoras.El padre Enrique Bianchi, profesor de facultad de Teología de Buenos Aires, cree conveniente hacer algunas consideraciones de fondo ante el riesgo de la politización de lo religioso. “Lo primero a considerar para pensar la relación de la Iglesia con la política -afirma- es que su identidad más profunda, su razón de ser, es difundir el mensaje de Jesús que llama a construir una fraternidad como hijos de Dios. Esto hace que el cristianismo -señala- no pueda reducirse a actos de culto o a la profesión de doctrinas. Una espiritualidad sin prójimo, reducida a una ética privada, nunca será cristiana. La fe cristiana tiene una evidente dimensión política”. Y señala que “en la construcción del bien común hay cuestiones prioritarias como el mundo de los pobres”.

Bianchi subraya que “el compromiso cristiano no puede terminar en adherir a los principios de la alta política. El mensaje de Cristo es encarnado, hay que vivirlo en la entraña de la historia. Esto hace que la Iglesia, acompañando la búsqueda del bien común, tenga que trabajar con todo tipo de actores sociales, con cada uno de los cuales tendrá sus diferencias y coincidencias” Admite, sin embargo, que “en tiempos de polarización y manipulación mediática siempre correrá el riesgo de quedar identificada con un sector partidario. El camino del compromiso con la historia está sembrado de riesgos: a equivocarse, a corromperse, a los ataques de quienes medran en la injusticia estructural, a la incomprensión de muchos…”

No obstante, advierte sobre el peligro de que la Iglesia quede identificada con una parcialidad política y, por tanto, sea involuntariamente factor de desunión. Por eso, sostiene: “El amor político que se desprende del Evangelio tiene un aporte único e indispensable: es un amor radical, que abraza a todos, incluso al enemigo. Por más apasionadas que sean las diferencias partidarias, el amor cristiano tiene en su horizonte una fraternidad donde nadie quede afuera. La Iglesia está llamada a ser el espacio de todos. No se trata de construir una unidad a cualquier precio, sino de ofrecer un ámbito donde todos, cualquiera sea su posición política, puedan reconocerse hermanos, hijos de una misma patria”.

La misa militante fue en la parroquia porteña Inmaculada Concepción de María en memoria de un sacerdote desaparecido. La misa militante fue en la parroquia porteña Inmaculada Concepción de María en memoria de un sacerdote desaparecido. El padre Gustavo Irrazábal, un experto en Teología Moral, considera que, más allá de quienes desde afuera de la institución procuran aprovecharse de ella políticamente, “la politización de ciertos sectores de la Iglesia argentina es inocultable”. En ese sentido, afirma que “el tema del hambre brinda la mejor de las ocasiones. ¿Quién podría negar que es una cuestión gravísima y perentoria? La demora en el reparto de alimentos por parte del Gobierno fue ciertamente inexcusable. Pero el problema del hambre no comenzó en diciembre como tampoco la corrupción organizada a partir de las políticas asistenciales y el sometimiento de los pobres a toda clase de extorsiones”.

Irrazábal opina que “la Iglesia tiene ciertamente una misión profética en el campo social, sobre todo en favor de los pobres”, pero que “debe ser ejercida con prudencia evangélica, sin espíritu faccioso, ni afán de protagonismo”. Asevera que la importancia que el Papa Francisco le otorga a la política “no autoriza a que obispos y sacerdotes deserten de su función específicamente religiosa e intervengan en política partidaria o que dispongan a su arbitrio de bienes que pertenecen a toda la Iglesia, como son los sacramentos. Quienes han sido llamados a participar activamente en la vida política son los laicos y éstos deben actuar a título personal”.

La doctora en Filosofía Paola Delbosco recuerda que “los partidos políticos, como indica su nombre, son modos particulares o parciales de encontrar la solución práctica a los males humanos y sociales, y son por eso poco aptos para expresar la unidad del pueblo de Dios, que se juega en otro orden”. Lo mismo podría decirse de toda organización sectorial, más allá de que tenga las mejores intenciones.

La Iglesia está comprometida con la realidad a partir de un mandato evangélico, pero desde una cosmovisión trascendente que abarca a todos. La partidización y la sectorización de lo religioso divide a los fieles y degrada la dimensión espiritual.

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