—Hoy llegué del colegio y había muchos policías, y nadie me dijo qué estaba pasando. ¿Se llevaron preso a un vecino? ¿El señor alto, que habla italiano? —, dice una niña de aproximadamente 10 años, en el zaguán de un edificio de Defensa al 600, en San Telmo.
—Sí, ese señor; el que te pregunta de dónde es tu apellido. Ay, no te puedo creer, ese señor más bueno…— dice la tutora de la pequeña. —Él vive con Bettina, en el quinto piso—, agregó, antes de ser interrumpida por la pequeña a la que acompañaba esta vecina, cuando fue consultada por Clarín.
El señor «más bueno» al que se refieren ambas es Leonardo Bertulazzi (71), detenido por agentes de la Policía Federal e Interpol durante la tarde del jueves, en el departamento H de ese edificio grande, de dos módulos y dos salidas, con dos dependencias separadas por veinte metros. Veinte años prófugo, otros veinte como refugiado en Argentina, más de 40 desde que es buscado por la justicia italiana por asociación subversiva o ilícita, secuestro extorsivo y falsificación de documentos.
Bertulazzi participó de un secuestro a un millonario genovés en 1977, cuyo rescate permitió a las Brigadas Rojas (las temidas Brigate Rosse, en italiano), una organización terrorista de ultraizquierda, financiar el operativo que luego llevó a cabo, el 16 de marzo de 1978, para secuestrar a Aldo Moro, expremier italiano, a quien asesinó casi dos meses después, el 9 de mayo. El asesinato de Moro fue todo un cimbronazo para la política italiana de ese entonces y tuvo impacto mundial.
—¿Pero hizo algo malo?—, preguntó la niña, en el zaguán de Defensa al 600, con la inocencia propia de su edad y la ignorancia natural sobre hechos de envergadura lejos en el mapa y en el tiempo que aún se le achacan a su vecino italiano.
—¿Viste que con tu mamá te enseñamos cosas sobre la última dictadura? Bueno, cosas parecidas —, dice la mujer a la pequeña, y luego insiste ante Clarín —Ese señor es más bueno… Es más, Bettina, su mujer, frecuentaba asambleas de Madres de Plaza de Mayo, según tengo entendido—.
—A ese señor lo conozco desde que nací—, llegó a decir la niña, antes de ser interrumpida por su tutora, que prefirió no dar a conocer su nombre ni el parentesco con la niña. Sólo se resumió a decir que viven en otro piso.
El portero de la otra salida dice a Clarín: «Ese hombre italiano vive ahí hace más de veinte años». En Buenos Aires, ciudad de vecinos que se conocen poco y se preguntan menos, se sabía lo básico de Bertulazzi y sus rutinas. Estaba inscripto en AFIP como monotributista clase B, y que había nacido el 1 de diciembre de 1952, en Verona, Italia. Sin aportes laborales, sin negocios registrados. Casi sin pasado.
El lapso de tiempo que el portero vecino estimó es coincidente con el anterior antecedente de Bertulazzi en el país: una detención en 2002. El 4 de noviembre de ese año se publicó en la tapa de Clarín: «Apresan acá a un terrorista italiano». Y se avanzaba en la bajada del titular: «En los ’70 y ’80 fue miembro de las Brigadas Rojas que asesinaron a Aldo Moro, un hombre clave de la política italiana. Creen que entró al país en moto un mes atrás. La Federal lo detuvo ayer en Constitución«.
El día que capturaron a Leonardo Bertulazzi, uno de los prófugos más buscados por la Justicia italiana y europea.Decía la nota de ese día: «No hizo falta un traductor. Leonardo Bertulazzi habla perfecto castellano. Ayer, el juez federal Claudio Bonadio le comunicó los pedidos de captura internacional que pesan en su contra. La justicia italiana tendrá ahora 30 días para formalizar el pedido de extradición. Bertulazzi fue detenido el domingo en un garaje de Constitución. Desde hacía veinte años era un prófugo de la justicia de Italia, que lo había juzgado y condenado en ausencia a 27 años de prisión por el intento de secuestro a un empresario italiano y por su presunta participación en varios actos terroristas».
«Se lo informó de los pedidos de captura emitidos por las tribunales de Roma y Génova en los años 1997 y 2000. El juez […] quiere saber también por qué Bertulazzi tenía en su poder panfletos de agrupaciones piqueteras«, se detalló entonces sobre el caso.
Y algo más: «La mujer alemana que fue detenida con él habría donado el mes pasado unos 4.500 dólares al movimiento Teresa Rodríguez. La justicia identificó a la mujer como Bettina Kopcke, alemana».
Detuvieron en Buenos Aires a Leonardo Bertulazzi, buscado por la Justicia italiana por terrorismo.¿Por qué hablaban ambos un buen castellano, a pesar de ser extranjeros recién llegados al país? El derrotero de Bertulazzi al llegar a Argentina puso en relieve el asunto.
Leonardo Bertulazzi, una mujer, una moto de El Salvador y un nombre de guerra
La mujer que nombra el artículo de 2002 es la misma que la vecina de Defensa al 600 nombró este jueves en el diálogo, horas luego de la segunda detención del italiano. Bettina Erika Köpcke (o Koepcke, según la traducción), la mujer de Bertulazzi: el ya fallecido juez Bonadio la caracterizó como miembro de la agrupación Médicos sin Frontera, y ordenó su libertad ya que se determinó que no era buscada por Interpol. La médica había gestionado un subsidio para que los piqueteros de Florencio Varela pudieran trabajar en la descontaminación del agua de la zona.
La Policía Federal Argentina (PFA) e Interpol capturaron este jueves en la Ciudad de Buenos Aires a Leonardo Bertulazzi, un ex terrorista italiano integrante de la organización Brigadas RojasA Leonardo Bertulazzi se lo detuvo en 2002 con un pasaporte falso, con la foto de su hermano Alberto. Junto con su mujer Köpcke, habrían entrado a la Argentina desde Chile el 11 de mayo de ese año, por un paso fronterizo cercano a Bariloche. Lo hicieron en su moto, una Honda de alta cilindrada, modelo RSV75. La particularidad era que esa moto venía desde El Salvador, como ellos.
¿Por qué desde El Salvador? Luego de la detención de ambos, Köpcke hizo declaraciones: “Yo soy médica. Leonardo es diseñador gráfico, pero desde marzo de 1992 empezó a trabajar en El Salvador en una institución de salud comunitaria y trabajó mucho en la elaboración de material didáctico y encuestas para el diagnóstico de una comunidad o región. La idea era, si no podíamos encontrar trabajo, conocer qué pasa acá”. La pareja pasó diez años en Centroamérica.
En los momentos posteriores a la primera detención del italiano, el jefe del operativo que dio con él, el comisario Alejandro Di Nizo, calificó a Bertulazzi como “uno de los cuatro jefes de las Brigadas Rojas”: fue el jefe logístico de una célula de las Brigadas Rojas conocida como “28 de marzo”. Su nombre de guerra era Stefano y en los ’80 llegó a ser considerado la mano derecha de Francesco Lo Bianco, uno de los principales jerarcas de las Brigadas Rojas.
«Stefano» era el alias de Leonardo Bertulazzi, miembro del temido grupo terrorista Brigadas Rojas que asoló Italia en los ’70.Bertulazzi sólo había caído preso una vez en su país natal. Fue en 1977, cuando fue gravemente herido por la explosión de una bomba casera que trataba de armar. Liberado a los dos años, volvió a la carga a principios de los 80 y habría planificado el secuestro del empresario Pietro Costa, un millonario genovés, armador de barcos.
El domingo 3 de abril de ese año, Costa fue liberado luego de 81 días y un rescate de un millón y medio de liras italianas, casi 7 mil euros actuales. Esa cuantiosa cifra pagada por el rescate de Costa fue el financiamiento que ese escuadrón paramilitar -o terrorista- usó para secuestrar y posteriormente asesinar a Aldo Moro, ex primer ministro italiano.
Leonardo Bertulazzi participó del secuestro de Costa, pero nunca pudo probarse si lo hizo en el de Moro. Fue acusado y condenado en Italia a 27 años de prisión. En ausencia. Porque por más de veinte años permaneció prófugo de la justicia de ese país, enterándose de cómo, por ejemplo, el gobierno de Silvio Berlusconi pescaba, enjuiciaba y encarcelaba a ex compañeros de filas suyos.
Aldo Moro. el primer ministro de Italia asesinado por las Brigadas Rojas en 1978.Luego, cuando ingresó en Argentina, Bertulazzi pidió asilo ante la Comité de Elegibilidad para los Refugiados (CEPARE), solicitud en la que adujo que «nunca había cometido delitos contra la paz, contra la humanidad, ni atrocidad alguna», y que la justicia de su país lo juzgó en ausencia, por lo que nunca pudo defenderse. Eran tiempos kirchneristas y se le dio el estatus. Ahora, en tiempos de Milei, el mismo ente -ahora con el nombre de Comisión Nacional para los Refugiados (CONARE) bajo Vicejefatura de Gabinete de Interior– le revocó la condición, para agradecimiento de Giorgia Meloni, actual premier italiana.
La mujer que estaba ingresando junto a una pequeña en Defensa al 600 preguntó al cronista de Clarín, antes de entrar a su edificio: «¿Pero esos casos no prescriben?».
«La detención del miembro de las Brigadas Rojas prófugo fue posible gracias a una intensa y fructífera colaboración entre las autoridades judiciales italianas y argentinas y la Interpol«, escribió Meloni en sus redes sociales.
Meloni, Interpol y la policía argentina se refieren al mismo hombre alto, que preguntaba todos los días a su pequeña vecina de Defensa al 600 por el origen de su apellido. «Ese señor más bueno», sin pasado.
DS