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Simone Biles tiene una sonrisa que solo ella entiende

Simone Biles conoció a su marido por internet, en una aplicación de citas. Él, Jonathan Owens, jugador de la NFL, que el primer día que la vio bajar de su Land Rover se sorprendió que fuera tan pequeñita (1,42m). Ella, una gimnasta, sí, pero también una superviviente. Lo hizo frente las adicciones de su madre biológica antes de ser acogida por sus abuelos, frente al centro de acogida donde cuidaba de su hermana pequeña, frente a un depredador sexual ante el que quienes debían protegerla cerraron los ojos, y frente a ese deporte en el que se le exigió ser mejor que nadie. Siempre. Sin que a nadie le importara que ella, perfecta en tantas cosas, también tenía derecho a ser, sí, pequeñita.

En los Juegos de Tokio su sonrisa se nubló. Pocos quisieron perdonarle entonces que fallara a su cita con la historia, cuando debía ser la reina de aquel acontecimiento silencioso por el Covid. En París, donde Biles está demostrando que compite para estar feliz con ella misma, no tanto para ganar, no tanto para explorar sus límites, la sonrisa ya es luminosa.

Conquistó en la final por equipos, y junto a sus compañeras de Estados Unidos, el quinto oro de su vida, retomando aquella aparición inigualable de los Juegos de Río. Y Biles, pese a ver cómo el Bercy Arena se venía abajo cada vez que a ella le tocaba afrontar alguno de sus cuatro ejercicios, no hizo nada de cara a la galería. Supo cuidar de su tobillo izquierdo. Pero también de sí misma. Nadie saltó mejor que ella, demostrando que en los vuelos no hay mujer que llegue como ella lo hace, que gire como ella lo hace. Y antes de su magnífico fin de fiesta en el suelo, y priorizando la estabilidad competitiva de su equipo, de sus compañeras, vio cómo Sunisa Lee, quien también sabe de qué va esto del acoso, podía lucirse a lo grande.

Biles fue la última en actuar. Y la primera en salir corriendo en busca de la bandera de los Estados Unidos para fotografiarse junto a sus compañeras. Con una sonrisa mucho más importante de lo que parece. Una sonrisa que solo ella entiende.

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